
... Soñé que con nosotros, con todos. Andábamos desnudos de ropajes e inhibiciones en un lugar desconocido o muy conocido, esos de sueños. El alba iluminaba nuestros cuerpos en una continua danza de pasos. De pronto noté que la luz no rebotaba en la piel, sino que era irradiada… de vos, de mí, de todos. Algunos brillaban más que otros, tan fuerte los centellos que sonaban, sonaban como notas sostenidas. Aquellos que no brillaban tanto, se acercaban muy afables y apaciblemente y de alguna forma, muy natural, extraían la luz de los más dotados. Como un vampirismo espiritual o energético pensé; pero nadie ofrecía ninguna objeción de que eso ocurriera, seguían en la eterna danza de pasos… y los devoradores de luz, regocijándose con lo ajeno, como un juego de niños…
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