domingo, 13 de julio de 2008

Academia de corte y confección

Empecé con cierta excitación (como todo lo nuevo). Varios maestros y otros casi, explicaron sus distintas técnicas para enhebrar, coser, zurcir… todo tan complejo, familiar a veces y otras no tanto. Resolví lanzarme de una vez, fui ahí cuando tomé el pedazo de tela rojo, como la sangre o algunas flores, hice el molde…uno grande, tanto como la ilusión. Era un gran corazón. Pero reparé que mi saco no tenía espacio donde coserlo; entonces tuve que recortarlo un poco, lo probé… y bueno hay que tijeretear un poco más, y así seguí, hasta que quedó casi del tamaño de mi mano…abierta, como cuando la apoyo en el pecho…
Cuando me decidí a coserlo, tenía tanta información que no podía decidir que punto sería el mejor; lo querría prolijo o más rústico, invisible o… No lo sabía.
Así que puntee con un poquito de cada uno que conocía,
En ese momento cuando vi mi trabajo terminado, noté todas las fallas e imperfecciones,
así como el regocijo de haberme animado a hacerlo…


[No hay academia de corte y confección
que valga en este tipo de cuestión,
sólo coser y descoser muchas vueltas
hasta creer que esta vez quedó “bien”,
a veces remendarlos,
o hilvanarlos antes,
incluso a veces pincharse.
Las puntadas en algunas tandas
serán más grotescas o más finas
con más o menos conciencia,
con más o menos coraje,
con más o menos utopía…
En fin
lo importante detrás no es la puntada,
sino el agujero,
no es el recorte, sino el retazo cortado,
que cae al suelo,
como partícula del olvido…]

No hay comentarios: