
Hoy estaba leyendo el diario y al llegar a la parte del horóscopo pensé: “hoy que es mi cumpleaños voy a ver que me depara el destino” a lo que lo sucedió otro pensamiento: “qué lógica tiene leerlo hoy, si no lo leo nunca y realmente no me importa”… Entonces como una iluminación (abusando de la benevolencia del término) me dije que sentido tiene festejar el cumpleaños entonces, es decir, regirme por una regla tan arbitraria como la del tiempo y la edad, si al final es algo tan dogmático como creer que la alineación de los planetas el día en que nací afecta de alguna manera mi personalidad o mi devenir. Y así me enfrenté con ese maravilloso hallazgo para mi, el tiempo no existía… no tenía edad, no tenía meses, sólo era, vivía, sentía. No medir el tiempo nos haría sentir que no lo perdemos o no existiría la demora o no seríamos demasiado jóvenes o demasiado viejos para otras. Llegamos acá para transitar, exprimirle el jugo a esta naranja, aprender de ello; creo que seguramente partimos cuando obtuvimos algo valioso, distinto para cada cual (espero este no sea mi aprendizaje último), o a veces partimos cuando el trato con el mundo se rompe y no nos permite ser más sus huéspedes. Visualicé la levedad del ser, lo absurdo de las medidas, ya lo dijo Albert el tiempo es relativo… y lo único que hacemos es poner marcas para disimular nuestra sufriente relavidad.
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